Ver al ministro Margallo pegando gritos y creando problemas diplomáticos (en lugar de arreglarlos, como se supone que es su función) da vergüenza, y provoca en muchos la necesidad de que, al menos, no se les asocie con ello. Ver a un Gobierno asaz incompetente, como el que padecemos, empeñado en legislar en beneficio de unos pocos y en contra de la mayoría de los españoles, provoca que muchos se sientan cada vez menos concernidos con el Estado y sus instituciones, mientras el Estado y sus instituciones funcionen con ese orden de prioridades.