En los últimos años del siglo XIX, la compañía de fármacos Bayer lanzó la aspirina para los dolores de cabeza y, junto con ella, buscó un remedio para la tos, un mal que aquejaba muchísimo en esos años, especialmente por los crecientes casos de tuberculosis que terminaban con la vida de los niños. Dado que casi todas las drogas terminan en inglés con el sufijo "ine", no parecía mala idea llamar a este medicamento Hero-ine, nombrándola como si fuera el héroe (Hero) de todos los remedios.