Durante una autopsia, el forense del condado Hamilton le sacó la masa encefálica a Christopher Albrecht y no los puso de nuevo en su lugar, como es común entre los médicos forenses. Pero cuando los padres de Albrecht supieron, años después, que lo habían enterrado sin cerebro, presentaron una demanda que suscita cuestiones éticas, morales y religiosas sobre el modo de tratar a los cadáveres.