Una manera corriente de ejemplificar el concepto de aversión al riesgo es dar a elegir a una persona entre dos opciones de invertir una determinada cuantía monetaria, supongamos 1.000 euros: la primera opción implica mantener los 1.000 euros, pero no obtener rendimiento. En la segunda opción se puede obtener una rentabilidad positiva –digamos, por ejemplo, 1.100 euros- pero sólo en el 95% de los casos. Se asume que la inmensa mayoría de los individuos son aversos al riesgo, pero la lotería de Navidad parece demostrar lo contrario