Los caminos del Señor son inescrutables. Eso es al menos lo que pensarán muchos teólogos o estudiosos de las religiones después de haber leído estos días en los medios de comunicación la polémica sobre el acceso de la mujer al ministerio del obispado en la Iglesia anglicana de Inglaterra. Este tema tan espinoso no es nuevo, no es la primera vez que se plantea en el seno de la Iglesia, pero una cosa es debatir -tal como ha ocurrido hasta ahora- y otra muy distinta es decidir, votar o aprobar.