A nadie debería sorprender, por lo demás, que esa fijación xenófoba con lo andaluz proceda de tantos González, Fernández o García, inequívocos hijos o nietos de andaluces. Al cabo, ese tipo humano patético, el charnego independentista, es una criatura más digna de compasión que de otra cosa. Como los bárbaros que accedían a la plena ciudadanía romana solo tras alistarse en las legiones, los Fernández y Jiménez de la CUP, la Esquerra y, ¡ya!, el PSC purgan su ominosa mancha de origen abrazando la radicalidad ultra.