En la segunda mitad del siglo XVI el imperio Otomano era el más extenso y poderoso: sus dominios se extendían desde Budapest a Bagdad, desde Omán y Túnez a la Meca y Medina, cerca del Mar Rojo; e incluía ciudades de la importancia de Damasco, Alejandría o El Cairo. Los turcos estaban a las puertas de Viena y controlaban la Ruta de la Seda, el Mar Negro y la mitad oriental del Mediterráneo. El sultán, con su corte y su harén, gobernaba el imperio desde Constantinopla, donde arquitectos, pintores, calígrafos, joyeros, ceramistas, poetas, etc.