El género es un paradigma cambiante que se adapta a la realidad. Pongamos por caso: el sustantivo médico; genéricamente es masculino; y hasta hace muy poco tiempo, “no se oía” el femenino; no se usaba porque no existían mujeres médicas, ni ingenieras, ni abogadas, ni ministras. Pero ¿qué sucede en el caso contrario? Si se masculiniza un femenino, el masculino de azafata, no pasa a ser azafato, sino sobrecargo; y el de enfermera, no pasa a ser enfermero, sino asistente técnico sanitario; qué curioso.