No habría podido llevar a cabo su obra represiva de no haber contado con muchos miles de colaboradores (de cómplices ejecutores) integrados en el aparato del Estado; con muchos miles de policías, de militares, de jueces y demás burócratas adictos a la paga sangrienta. Se habría visto igualmente ante dificultades muy superiores, tal vez insuperables, si no hubiera dispuesto del apoyo político y material de los gobernantes estadounidenses, que le proporcionaron todos los medios necesarios para montarse un golpe de Estado prêt-à-porter.