"Los comentarios chuscos sobre los personajes públicos existieron siempre. Son cosas que no suelen contarse a las claras en las crónicas, pero andan rumiándose de boca en boca. Somos el país de los charlistas, el país en el que todo lo sabemos de buena tinta. País de grandes fabuladores que, a gritos en los restaurantes, poseídos por una gran verdad, aseguran tener constancia de infantas sordomudas, presidentes infieles, candidatos gays aferrados a su soltería o a su matrimonio, historias del perrillo, el matrimonio secreto de una ministra..."