[c&p] Tratemos de imaginar a uno de nuestros antepasados, el primero que adquirió conciencia de sí mismo. Llamémosle, por cortedad, Ug. Ug, luego de maravillarse de sí mismo, de lo que camina por la tierra, de lo que nada en el mar y en los ríos y lagos y de lo que vuela por los aires, levanta la mirada al cielo. Lo que ve lo asombra. Una gran bola amarilla, brillante y caliente, que recorre la bóveda celeste y se oculta tras el horizonte. Cuando esta bola radiante desaparece, se apersona el frío y aparecen multitud de puntitos brillantes ...