La modernidad en España esgrime a veces extrañas banderas. Una de ellas es la de la reglamentación de la prostitución, porque al parecer es hipócrita no reconocer que existe, y por tanto hay que aceptarla y regularla. Los mismos argumentos de los que se lucran, los proxenetas del siglo XXI, que ahora se autodenominan empresarios del sexo. Llegan a todas partes, no es extraño, la venta de seres humanos es el segundo negocio más lucrativo del mundo después del tráfico de armas.