(C&P) Ya sería mala suerte. Por una ola gigante cada siglo y medio, por una Nueva Orleáns cada cinco, no vamos a desperdiciar la playa tal o la parcela cual, que piden ladrillo a gritos. Así que llenamos de pisos el Vesubio, reconstruimos San Francisco en el mismo sitio, y situamos quince mil plazas hoteleras en una playa que está a treinta kilómetros en línea recta del volcán submarino más próximo. (...) Hasta que toca, claro. Hasta que el piso que compramos sin fijarnos en que estaba en el cauce de un río seco se nos llena de agua.