Pero, según cuentan, Tomás no quedó del todo satisfecho con su acercamiento a la típica familia trabajadora de nuestra región (el señor y la señora, con una hija y dos hijos, una perra -no confundir con la sirvienta peruana-, un Cayenne para ir a cenar los sábados, un Smart para el ajetreado día de la niña -estudia en la San Pablo CEU y luego va a la escuela de idiomas: qué sudor- y un conserje -siempre atento- que recibe la correspondencia en el portal de su finca de la calle Claudio Coello, pongamos).