Considerado mundialmente uno de los cinco artistas vivos más importantes, su obra cumple una función de denuncia en tres ejes: las guerras, todas las formas de la intolerancia y los errores de la iglesia católica. En 2000, su muestra "Infiernos e idolatrías" fue atacada por grupos católicos que arrojaron gases, pintura y basura. La exposición confirmaba, desde la imagen, el pedido que había iniciado en 1997 con una carta dirigida al Papa y firmada por cientos de intelectuales: la abolición del Juicio final y la destrucción del infierno.