Cuando B. Duisenbaeva volvió a mojar sus pies en el mar de Aral, sus ojos se llenaron de lágrimas. Hacía 30 años que no lo veía. Nació en el pueblo kazajo de Aralsk, un núcleo de pescadores en la orilla del que entonces era el cuarto mar interior más grande del planeta. Durante un cuarto de siglo, Duisenbaeva trabajó ahumando carpas y esturiones en Aralrybprom, una gigantesca factoría que, en la década de 1960, era uno de los principales suministradores de pescado de la Unión Soviética. Pero, de repente, el mar de Aral comenzó a desaparecer.