Ha habido un momento en estos últimos dos meses en que me ha rondado, de nuevo, con insistencia insidiosa, esa desagradable sensación, certeza, en realidad, de que somos unos perdedores natos y de que nos hemos acostumbrado a perder tanto que hemos incluso sublimado el hecho de perder, mitificando la pérdida como un valor, algo que llevo repitiendo desde hace mucho tiempo y que algunos de mis compañeros no me perdonan, sobre todo, cuando me burlo descarnadamente de nuestra pasión y amor por “los perdedores”, en el cine, en la literatura, y...