[c&p] «Cada cosa tiene su nombre. La corrección política no puede hacernos perder de vista la conveniencia, en muchos órdenes, de llamar al pan, pan, y al vino, vino», señala Pancracio Celdrán como eje para su argumentación en pro del insulto. Una parcela léxica «abundante, y no estudiada suficientemente tal vez por tabúes», que tiene presencia en toda la historia humana y que sigue formando una parte intrínseca de nuestra vida cotidiana, por mucho pudor que pueda causar.