A partir del Tratado de Maastrich, la Unión Europea se lanza al desarrollo e implantación de una moneda única, el euro, y en consecuencia a la creación del Banco Central Europeo. Durante la creación del BCE, hubo disparidad de criterios, pero al final dos resultaron triunfantes. En primer lugar, la independencia del BCE respecto al poder político y en segundo lugar, su función sería el control del sistema bancario y como objetivo básico el dominio de la inflación. Estos dos principios son cuestionados por el autor de este artículo.