Aunque rabiosamente rebasados en número, aunque no configuran sectas ni cofradías, aunque son más bien un discreto archipiélago de soledades, los ateos están dando una batalla digna de atención, mínimamente, y hasta de afiliación, tan convincentes son a veces. Si acaso, muchos de ellos pecan (ah qué atávico lexicón) de arrogantes, embarrando en la cara de los fieles la idiotez de su devoción. Pero en general son polemistas brillantes y escritores notables, rebosantes de argumentos.