El bostezo no es nuevo, filogenéticamente hablando: bostezan hasta los reptiles. Sí lo es, en cambio, su contagio. Solamente se ha observado en hombres y chimpancés. Este contagio se relaciona con la empatía, aunque no está muy claro a qué obedece exactamente. Bostezamos cuando nos aburrimos, cuando estamos cansados (acompañando estos últimos bostezos de estiramientos, sobre todo recién levantados), o incluso antes de saltar a la palestra...