En su lugar ha aparecido una palabra que ya ha demostrado sobradamente su eficacia en otros campos como la oratoria parlamentaria, la corrupción y la intención de voto. Se llama “Venezuela”, y es más rápida de pronunciar, mucho más sonora y diez veces más emocionante que las manidas frases de toda la vida. Porque habla de injusticia, de humanidad, de libertad y de democracia en su más alto significado. Al parecer, nada más decir “Venezuela” en voz alta se establece una intensa y rabiosa relación de solidaridad con el país hermano.
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