La realidad era un desastre y la zarina estaba a punto de llegar a Crimea. El mariscal Grigori Potemkin encontró una rápida solución, dijeron, para mostrar a su amante lo que ella esperaba ver: la grandeza del territorio recién conquistado. Según varios historiadores, esta historia nunca existió. A saber: que Potemkin encargó la construcción de muros que simulaban fachadas de edificios, que pagó a los vecinos para que se mostraran elegantes y encantados con Catalina la Grande y que a esta le pidió que observase los pueblos desde la distancia.
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