Sobre política y políticos.
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Las barbaridades del darwinismo social

Leopoldo II siempre había querido un imperio para Bélgica, pero tenía dos frenos: el primero, que su país era un figurante en el concierto de las naciones; y el segundo, que su propio gobierno no le hacía ni caso. Así que Leopoldo optó por una tercera vía: conquistar un imperio a su propio nombre. Y lo hizo de una forma tan despiadada como ingeniosa

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