Deseo y hastío

Conocernos a nosotros mismos es tremendamente útil y, dentro de ello, resulta singularmente importante conocer nuestras debilidades. Dependiendo de la persona, la debilidad puede encontrarse en la vanidad, el ansia de poder, el deseo de acaparar dinero, el ansia de placer físico o la tendencia a la apatía y el hastío que llevan a dejar de desear lo elemental.

Dentro de todo ese elenco, conozco muy bien el último tipo de debilidad. Dejar de desear lo superfluo es un gran paso hacia la libertad, pero perder el deseo hacia aquellas cosas que tu corazón te señala...es un problema. Las causas pueden ser diversas: desde el olvido a la razón que llevó a la zorra a desdeñar las uvas. 

Cuando llevas mucho tiempo recorriendo un camino que no es el tuyo, la memoria puede flaquear tanto que termines llegando a no desear nada. Porque nada de lo que encuentras en ese camino es deseable, y lo que ansiabas quedó tan atrás que ni siquiera es ya una sombra.

Y esto me lleva a concluir que el triunfo de toda persona se encuentra en no olvidar sus deseos más puros e inherentes a su identidad. Independientemente de lo cerca que esté de conseguirlos, mientras los recuerde y no se rinda seguirá estando vivo. Quien cambie esos deseos por cualquier otra cosa, terminará siendo un cadáver en una jaula de oro.