Sobre el derecho a voto y su funcionamiento

¿Qué es el voto?

El voto es un sistema pacifico de resolución de conflictos entre iguales.

¿Qué significa ser iguales entre si?

Significa que todos tienen la misma capacidad de organización, ataque, defensa, independencia, acceso a información veraz, acceso a recursos, etc, etc.

Es decir, hablamos de igualdad en el sentido material, no en un sentido simbólico como podría ser que en un papel ponga que todos somos iguales.

Este punto es muy importante porque es lo que posibilita que el voto funcione como método pacifico de resolución de conflictos.

¿Cómo funciona?

Si un grupo de iguales se fragmenta en varios bandos que entran en conflicto entre ellos, la resolución de dicho conflicto mediante violencia dará como vencedor al bando mayoritario (sino fuera así no estaríamos hablando de un grupo de iguales).

Es por esto que un mero recuento de los partidarios de cada bando puede evitar la guerra por medio de dar la victoria directamente al bando mayoritario.

En otras palabras, el voto es un sistema en el que se evita la violencia trasladando la rendición de los perdedores a antes de la batalla y por lo tanto haciendo innecesaria la violencia.

¿Seguro que el grupo es tan, tan igual entre si?

Lo que se ha explicado es el caso más ideal para simplificarlo, pero como todo no hace falta que sea exacto. Bastará con que las fuerzas estén suficientemente igualadas como para que todo bando perdedor en las elecciones dude de que violentamente pueda darle la vuelta al resultado, o tema que de hacerlo no le vaya a compensar pasar por ello.

¿Qué pasa cuando el grupo no es de iguales entre si?

En ese caso el grupo se divide en dos. El subgrupo que esta en la cúspide de la pirámide de poder (cumpliendo entre si las condiciones ya descritas) tendrá derecho al voto, el resto no.

Ejemplos de esto son ciudadanos atenienses respecto al resto de la población, alta nobleza y alto clero con respecto al resto de la población, etc.

¿Cómo se podría dar derecho a voto a un grupo de no iguales?

Como hemos dicho, el voto es un método pacifico de resolución de conflictos porque evita la violencia a través de dar la victoria a quien ganaría la guerra antes siquiera de librarla.

Por lo tanto si se da derecho a voto a un bando suficientemente amplio para ganar las elecciones pero suficientemente débil como para perder por vía violenta es cuestión de tiempo que haya una refriega violenta que rectifique el resultado de una votación.

De lo contrarío estaríamos diciendo que quien puede imponer su voluntad no solo se abstiene de hacerlo si no que permite alegremente un sistema de resolución de conflictos que le hace perder sistemáticamente.

Insisto, ¿Cómo se podría ampliar el derecho al voto?

Existe la posibilidad de implementar un sistema electoral que refleje la desigualdad en el propio conteo de votos.

Por ejemplo, en un sistema donde vote el alto clero, alta nobleza y el pueblo llano el voto de este último debería valer menos que el de los dos primeros de manera que como mucho solo sirviera para desempatar en los conflictos entre alto clero y alta nobleza.

¿Y cómo se podría llegar al sufragio universal?

Existen tres principales impedimentos para el sufragio universal: la superstición, conciencia de clase y un nivel de técnica insuficiente.

Por superstición entendemos la idea intuitiva de que las masas votaran invariablemente para defender sus intereses. 

Por conciencia de clase nos referimos a que la masa se identifique a si misma por sus intereses compartidos y esta dispuesta a defenderlos, pues mientras el punto anterior no implica ninguna coordinación ni determinación de llegar hasta el final sino que podría significar simplemente que cada cual votase por sus intereses particulares y/o no estuviera dispuesto a llegar más lejos de la queja o pataleo, este punto significaría que votaría por los intereses comunes de la mayoría, y por tanto ganaría sistemáticamente todas las elecciones, y que estaría dispuesta a luchar para hacer respetar el resultado, lo que desencadenaría un conflicto inevitable.

Por técnica nos referimos a las herramientas y conocimiento necesarios para manipular a la masa y/o asegurar su dependencia e intemperancia para coordinarse y luchar.

Cuando Alexis de Tocqueville dice “Yo no temo al sufragio universal, la gente votará como se le diga” es porque ha superado la superstición.

Cuando se dice que “sin clases medias no hay democracia” se apunta a la necesidad de que la clase trabajadora no se reconozca como tal para que sea seguro permitirla votar.

Cuando se habla de un cierto nivel de madurez en la distribución de la información, la instrucción de las clases bajas y consolidación del mercado laboral y la propiedad privada, se habla de técnicas de manipulación, de dependencia y de incompetencia.

Todos los caminos llevan al mismo punto, si el sufragio se amplia lo suficiente como para que el grupo mayoritario sea ajeno a la élite es porque, de un modo u otro, hay confianza en que no votaran a favor de sus intereses y en contra de los de la élite. En cualquier otra situación el sufragio universal convierte el sistema de voto en incapaz de de resolver conflictos de manera pacifica, y por lo tanto deja de tener sentido.

¿Qué sentido tendría entonces el sufragio universal?

En sociedades complejas, a los iguales entre si puede no bastarles un mero recuento para saber quien ganaría violentamente y por lo tanto también necesiten hacer un simulacro de sus capacidades de manipulación, influencia, reclutamiento, pericia mediática, capacidad de silenciar disidentes, capacidad de monopolizar el discurso, capacidad de marcar la agenda, etc, en resumen, una muestra de poder.

Es más, si las élites, pese a sus rencillas internas, tienen por interés común la gestión de las clases bajas, un punto central de toda discusión será quién es el más apto para ello, cobrando aún más importancia llevar a cabo simulacros donde no solo se demuestre sino sobre todo se entrene y perfeccione su pericia en este asunto.

En este tipo de sociedades hemos trascendido el planteamiento original de iguales entre si que libran sus propias batallas y por lo tanto un recuento de integrantes de cada bando adelanta el resultado de la contienda, para pasar un un planteamiento de iguales entre si que harán a otros librar sus batallas por ellos y por lo tanto para medir sus capacidades realizan diversas muestras de poder, entre las cuales puede estar ganar unas elecciones con sufragio universal.

Un ejemplo podría ser un grupo de iguales entre si que tiene un conflicto sobre cual es la manera más barata de mantener al resto de la población trabajando para ellos y extraer su plusvalía. Un bando puede pensar que lo mejor es no hacer nada y sofocar las revoluciones según salen pues prevenirlas es más caro que reprimirlas, otro bando puede pensar que es mejor hacer que los trabajadores paguen un sistema de caridad que evite llegar a ese extremo porque prevenirlas es más barato que sofocarlas, otro bando puede pensar algo intermedio o más extremo, etc, etc.

Como la implementación exitosa de todos estos planes dependen, entre otras cosas, de las capacidades anteriormente mencionadas (manipulación, influencia, reclutamiento, pericia mediática, silenciar disidentes, monopolizar el discurso, marcar la agenda…) hacer un simulacro de poder en un sistema de sufragio universal puede ayudar a decidir que bando de la élite debe imponerse.

¿Y si por alguna extraña razón ganan las elecciones un colectivo mayoritario pero ajeno a los iguales entre sí?

Como se ha dicho antes, esto no debería pasar o al menos tiene que ser muy esporádico ya que significaría algo tan absurdo como que quien puede imponer su voluntad no solo se abstiene de hacerlo si no que permite alegremente un sistema de resolución de conflictos que le hace perder sistemáticamente.

También hemos dicho que si estamos en un modelo de sufragio universal es porque hemos sustituido el planteamiento de luchar tus propias batallas por el de hacer que otros las luchen por ti.

Esta sustitución, totalmente racional entre las élites, tiene su reflejo completamente irracional entre el pueblo llano que de alguna manera ve en el sufragio universal la oportunidad de no luchar sus propias batallas sino de encargárselas a otros para que las libren por ellos. En palabras de Jean Jacques Rousseau: “Hay un abismo entre el pueblo libre haciendo sus propias leyes y un pueblo eligiendo a sus representantes para que éstos le hagan sus leyes”.

Esto significa que el pueblo llano no solo es débil por su desposesión de igualdad material con las élites si no que además no esta preparado para luchar, lo que hace harto difícil que suceda lo planteado en la pregunta.

Además, si hay sufragio universal es porque la gente votará como se le diga, así que estamos hablando de algo extremadamente excepcional.

Sin embargo, respondiendo a la cuestión, en el hipotético caso de que ganara las elecciones alguien que no debe ganarlas y que además por alguna extraña razón no se pudiera reconducir la situación para que se adaptara a las exigencias de la élite, simplemente el voto habría fracasado como método pacifico de resolución de conflictos al haber dado por ganador a un bando que no puede imponerse violentamente y por lo tanto se materializaría la violencia para corregir el resultado. Algunas personas llaman a esto golpe de estado.

Normalmente esto es seguido de un periodo en que se pone en cuarentena el sufragio universal a la espera de que el pueblo llano aprenda a votar correctamente o a la espera de perfeccionar las técnicas de manipulación para que un error como este no vuelva a pasar y se pueda restituir el sufragio universal con garantías de un correcto funcionamiento. Algunas personas llaman a esto dictadura.

Un ejemplo sería la victoria de Allende y aunque se podrían enumerar muchos más se ha de recordar que en el computo global son una clara minoría. La inmensa mayoría de las elecciones salen correctamente, es decir, a los futuros perdedores se les pregunta si quieren rendirse ya o después de la batalla y estos contestan mostrando efusivamente su preferencia por rendirse lo antes posible, solo habiendo quiza pequeñas discrepancias sin importancia de carácter formal sobre los términos de la rendición.