Hay que creer a los que buscan la verdad y dudar de los que la encuentran.
Cuanto más tardemos en darnos cuenta de esto, más perderemos el tiempo y más estériles serán nuestras discusiones.
Los amigos de buscar conspiraciones en todo son buenos porque dudan y son buenos mientras dudan, pero cuando han llegado a una conclusión dejan de serlo. Lo mismo que los científicos, los políticos y los curas.
Si alimentamos nuestros debates, en este sitio o en otros, con certezas y seguridades, somos más parte del problema que de la solución, y no necesitamos agrandar el problema, cualquiera, sino encontrar soluciones.
El sectarismo que se respira desde hace tiempo en nuestra sociedad no ayuda a nada. La doctrina de la cancelación, de acosar y perseguir a quien opina distinto, es una parte importante del problema.
Si alguien quiere decir que no existió el Holocausto o que la tierra es plana, que lo diga. La tabla de multiplicar no necesita leyes ni reales decretos que la defiendan. Es más: cuando una idea, política, religiosa, histórica o científica necesita ser defendida por la violencia del Estado, hay ya suficientes razones para desconfiar de esa verdad, de las intenciones del Estado o de la educación de la población que en él habita.
No podemos seguir así.
No podemos fomentar otra Edad Media.