El espejo

Cristian casi no vio a la señora, en el auto parado al costado de la carretera. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta de que ella necesitaba ayuda…

Así que paró su auto y se acercó.

El auto de la señora olía a tinta, de tan nuevo. La señora pensó que pudiera ser un asaltante. El no inspiraba confianza, parecía pobre y hambriento.

Cristian percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo:

-Estoy aquí para ayudarla madame, no se preocupe. ¿Por qué no espera en el auto que está más calentito? A propósito, mi nombre es Cristian.

Bueno, lo que pasaba es que ella tenía una llanta pinchada y para colmo era una señora de edad avanzada, algo bastante incómodo.

Cristian se agachó, colocó el gato mecánico y levantó el auto. Luego ya estaba cambiando la llanta. Pero quedo un poco sucio y con una herida en una de las manos.

Cuando apretaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que solo estaba de paso por allí y que no sabía cómo agradecer por la preciosa ayuda. Cristian apenas sonrió mientras se levantaba.

Ella preguntó cuánto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Cristian no hubiese parado para socorrerla.

Cristian no pensaba en dinero, le gustaba ayudar a las personas.

Este era su modo de vivir. Y respondió:

-Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encontrase a alguien que precise de ayuda, dele a esa persona la ayuda que ella precise y acuérdese de mí.

Algunos kilómetros después la señora se detuvo en un pequeño restaurante, la camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que secase su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa.

La señora notó que la camarera estaba con casi ocho meses de embarazo, pero la misma no dejó que la tensión y los dolores le cambiaran su actitud.

La señora quedó curiosa en saber cómo alguien que teniendo tan poco, podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Cristian. Después que terminó su comida, y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se retiró.

Cuando la camarera volvió quiso saber dónde podía haber ido la señora, cuando vio algo escrito en la servilleta, sobre la cual tenía 5 billetes de 100 euros.

Le cayeron las lágrimas de sus ojos cuando leyó lo que la señora escribió. Decía:

"Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien."

Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, se acostó en la cama; su marido ya estaba durmiendo y ella quedó pensando en el dinero y en lo que la señora dejó escrito.

¿Cómo puede esa señora saber cuánto ella y su marido, precisaban de aquel dinero? Con él bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil.

Quedó pensando en la bendición que había recibido, y dio una gran sonrisa.

Agradeció a Dios y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurró:

-Todo estará bien; te amo… Cristian!

Adaptación de un cuento tradicional oriental.

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