Desde el tiempo hasta la eternidad

Todos tenemos nuestras mitologías. Cuando utilizo la palabra mitología o mito, no me estoy refiriendo a algo que es falso. Quiero decir que un mito es una idea o una imagen a través de la cual la gente encuentra sentido al mundo.

El mito occidental con el que hemos nutrido a nuestro sentido común durante muchos siglos, considera que el mundo comenzó en el año 4.000 antes de Cristo. Este mito se presenta en la Biblia del rey Jacobo, según la cual fue transmitido por un ángel en el año 1611. En este mito, Dios, como es natural, había existido siempre, desde tiempos inmemoriales. El mundo fue creado y un día se destruirá. En algún momento en medio del tiempo, la segunda persona de la Trinidad se encarnó en la forma de Jesucristo para salvar a la humanidad y establecer la verdadera iglesia. En algún momento del futuro, el tiempo tocará a su fin. Habrá un día que será el último, entonces la segunda persona de la Trinidad (Dios hijo) reaparecerá en la gloria con sus legiones de ángeles y tendrá lugar el Juicio Final. Los que se salven vivirán eternamente contemplando a la bendita Trinidad. Los que no se portaron bien se retorcerán para siempre en el infierno.

Según esta exposición, el tiempo es unidireccional. Cada acontecimiento solo sucede una vez y jamás se podrá repetir. Según San Agustín, cuando Dios Hijo se encarnó en este mundo, se sacrificó para el perdón de todos los pecados. Esto fue algo que solo podía suceder una vez.

No sé por qué pensó eso, pero seguro que lo creyó así. De ahí la idea de que el tiempo es una historia única que tuvo un principio definido y que tendrá un final igualmente definido y eso es todo. La mayoría de los occidentales ya no creemos en esta historia, aunque muchos consideran que deberíamos creer en ella. Pero aunque no creamos en ella, todavía conservamos parte de su forma de pensar, una visión lineal del tiempo que nos dice que vamos por una carretera de un solo sentido. Nunca volveremos a recorrer el mismo camino y a medida que avanzamos por él pensamos que, con el tiempo, las cosas mejorarán.

Esta visión del tiempo difiere de una forma muy extraña y fascinante de la que tienen en otras partes del mundo. Veamos la visión hinduista por ejemplo. Los hinduistas no tienen una mente tan cerrada y provinciana como para creer que el mundo tiene solamente 6.000 años de edad. Ellos calculan las eras del universo en unidades de cuatro millones trescientos veinte mil años. Esa es su unidad básica para contar y se denomina kalpa. Su visión del mundo difiere bastante de la nuestra.

En occidente vemos el mundo como un artefacto hecho por un gran técnico, el Creador. Pero los hinduistas no creen que el mundo fuera creado. Lo ven como un drama, no como algo que ha sido creado, sino como algo donde se actúa o representa una función. Ven a Dios, el actor supremo o lo que denominan el Espíritu Cósmico, interpretando simultáneamente todos los papeles. En otras palabras, nosotros, los pájaros, las abejas, las flores, las rocas y los astros somos todos un acto puesto en escena por Dios, que a través de las múltiples eternidades simula que es todas esas cosas para divertirse. Finge que es todos nosotros. Al fin y al cabo no es una idea tan descabellada. Si te pidiera que pensaras qué harías en el caso de que fueras Dios, puede que descubrieras que ser omnisciente, omnipotente y eterno resultara extraordinariamente aburrido. Al final estarías deseando tener una sorpresa.

¿Qué es lo que intentamos hacer con la tecnología? Intentamos controlar el mundo. Intentamos ser omnipotentes y omniscientes. Imagina la satisfacción última de ese deseo. Cuando tuviéramos el control de todo y grandes paneles donde con tan solo apretar un botón se cumplieran todos los deseos, ¿qué querríamos entonces? Al final querríamos tener un botón rojo especial etiquetado como "sorpresa". Aprieta ese botón y ¿qué ocurrirá? De pronto perderemos nuestro estado de conciencia normal y nos encontraremos en una situación mucho más parecida a la que nos hallamos ahora, donde sentimos que estamos un poco fuera de control, sujetos a sorpresas y a los caprichos de un universo impredecible.

Los hindúes creen que Dios aprieta el botón "sorpresa" muy a menudo. Es decir, durante un periodo de cuatro millones trescientos veinte mil años, Dios sabe quien es. Entonces se aburre y decide olvidar quien es durante un periodo de tiempo semejante.

La cultura de la contracultura, Alan Watts.