Abono de huesos

El hueso, en sus dis­tintas formas, es el único fosfato insoluble que se aplica directamente al suelo, o sin más cambio que el producido por acciones mecánicas.

Las expresiones hueso crudo, hueso fino, hueso hervido, etc., indican el método seguido en su preparación.

La fi­nura de los huesos tiene una gran impor­tancia en su eficacia, pues mientras más fi­namente se haya triturado un hueso, más superficie presenta a la acción de las agen­tes que producen su destrucción o solución, y con más rapidez entran en función sus elementos constitutivos.

Al hervir o pasar por vapor los huesos no sólo aumenta su finura, sino que sus propiedades físicas quedan en cierto modo cambiadas, y las partículas, gruesas o finas, se hacen blan­das, por lo que estos huesos actúan con mucha muyor rapidez que los simplemente triturados.

El ácido fosfórico de un hueso molido y ti atado con vapor puede conser­varse eficaz durante uno o dos años, mien­tras que los huesos crudos, gruesos y gra­sientos resisten sin ser atacados durante tres o cuatro años o más.

Los huesos contienen bastante nitrógeno, lo cual es de mucha importancia, si se com­para este abono con otros fosfáticos que no tienen nitrógeno. Los huesos crudos contie­nen por término medio un 22 por 100 de ácido fosfórico y un 4 por 100 de nitrógeno.

Al hervir o tratar con vapor el hueso, des­aparece parte de la sustancia orgánica que contiene nitrógeno, y el efecto es el mismo que si se aumentara proporcionalmente la cantidad de ácido fosfórico, resultando que un hueso en estas condiciones contiene un 28 por 100 de acido fosfórico y un 1 por 100 de nitrógeno. Es decir, que un hueso tra­tado con vapor es más rico en ácido fosfó­rico y más pobre en nitrógeno que el crudo.

Del recetario industrial Hiscox