Dentro del barco, ya que accedí a uno e incluso probé “suerte” con la trinca, la situación es idéntica. Aparte de las innumerables trampas en el suelo, los estibadores tienen que dedicarse a trincar (colocar unas alargadas barras de hierro que pesan bastante y sujetan los contenedores) al tiempo que sus compañeros, desde la grúa, con una precisión asombrosa, encajan contenedores que pesan toneladas.
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