En política, aunque no sea ciencia, también hay procesos irreversibles, por eso cuando se trata de revertir Madrid Central, muchos ciudadanos sienten que va contra las leyes de la Física: sería igual de extraño que volver a permitir fumar en el vagón de metro, retirar los contenedores de reciclaje, prohibir el matrimonio gay o el divorcio en general. La moratoria de Madrid Central parecía un regreso a un pasado peor, en contra del flujo natural de la Historia (lo que en Termodinámica se llama la “flecha del tiempo”).
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Sólo los que les votan con las tripas, dejando la masa gris para menesteres menos ideologizados, son capaces de justificar aseveraciones tan inverosímiles como que el aumento del tráfico en la moratoria estaba reduciendo la contaminación en los detectores de las estaciones meteorológicas.
Por mi parte no me conformaría hasta que este delincuente, puesto que está cada vez más clara su intencionalidad, claramente atribuible a una prevaricación, acabara con sus soberbia donde es un peligro que se te caiga el jabón en la ducha.
Hay una línea cada vez más clara que la actual ciudadanía no puede tolerar y es la manera de hacer política de una manera democrática o, por contra, de una manera que recuerda al señorito de un cortijo de mediados del siglo pasado. Eso se ha acabado, aunque caciques aspiracionales como el actual alcalde, envalentonados por el respaldo de la ultraderecha, crean que están en épocas pretéritas.
Por cierto, ¿has visto lo que le has hecho a Albert? Se siente abandonado hasta el punto de enfermar.
La mediocridad media de los alcaldes de madrid es alta.