Una repentina caída en los precios del crudo ha llevado alimentos más baratos a muchos de los más pobres del mundo, pero desde los barrios bajos de Manila hasta los campos de labranza de Malaui, los beneficios no son universales. A nivel global, 805 millones de personas aún sufren hambre crónica, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAOm por sus siglas en inglés).
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