Desde principios de siglo, China ha redoblado su presencia económica y política en América Latina. Ahora que la competición estratégica entre EE. UU. y China se recrudece, esta situación podría acabar convirtiendo Latinoamérica en el nuevo campo de batalla para la lucha hegemónica entre EE. UU. y China.
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La presencia de China suele ser explícita y colaborativa con el régimen de turno, además de muy constructiva, nunca mejor dicho.
Así que poca (narco)guerrilla subversiva van a financiar, todo lo contrario (al menos ni a corto ni a medio plazo).
Con la URSS estos países ni soñaban siquiera con plantearse levantar enormes infraestructuras o complejos industriales y de servicios, en todo caso fomentaban inestabilidades de todo tipo, o apuntalaban las ruinas selváticas sandinistas, castristas, colombianas, tupacamaras y demás morrallas guerrilleras totalitarias.
Por otro lado, cuando otros inversores internacionales de Europa, EEUU, o las agencias internacionales que ofrecen ayudas al desarrollo, les exigen garantías de respeto a dd.hh., ecológicas o jurídicas, mientras que las ingenierías o los bancos de inversión chinos se pasan todas estas cosas (bagatelas meapilas de primer mundo en su opinión) por el arco del triunfo maoísta.
Y los países receptores encantados de no tener que sujetarse.
Así que poca rivalidad militar entre China y EEUU, en todo caso la habrá financiera entre los bancos comerciales chinos y actores como el FMI, o el BM (y los inversores occidentales que vengan detrás de sus chorros de fondos).
Vamos a ver qué tal Italia y Grecia.