Han pasado muchos años desde que el Tour de Francia y las clásicas de la vieja Europa se corrían por selecciones nacionales; la victoria entonces se convertía en una cuestión de Estado. Los intereses económicos, la modernidad y los avances técnicos han mermado el ideal romántico del ciclismo. Tan solo las sociedades con una fuerte identidad nacional, como flamencos, vascos o antioqueños, han conservado la afición de antaño, un sentimiento nacionalista que parece despertar levemente.
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