Un político que se niega a debatir en público debería dejar la política en ese mismo instante. Está acabado. A no ser que pretenda que los ciudadanos asumamos que las ideas, el pensamiento, la reflexión y la confrontación creativa han dejado de ser la base de la política moderna. Un político que no quiere debatir tiene que ser un político maquiavélico, además de inseguro, tramposo y superficial, que no se atreve a exponer su ideología, a defender el conjunto de principios y doctrinas que marcará su gestión.
|
etiquetas: debate , democracia , rajoy