Corinna zu Sayn-Wittgenstein se personó este lunes a la sala 13 del Royal Courts of Justice (Londres), donde se dirimía por primera vez en los tribunales su enfrentamiento judicial con Juan Carlos I.En este primer capítulo del caso, lo que se aborda es si Juan Carlos I goza de inmunidad soberana y si los tribunales ingleses tienen jurisdicción sobre la demanda, algo que tendrá de decidir el juez Matthew Nicklin.
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Por cierto, el nombre de la señora que tanto dinero nos está costando no es zu Sayn-Wittgenstein, eso era cuando estaba casada con un príncipe alemán, al divorciarse perdió el título.
Esto es lo que en argot deportivo se llama "mortal con triple tirabuzón sin despeinarse".
Ni que fuera ciudadano de USA.
España tiene la monarquía que su inferioridad intelectual promedio se merece.
Los amigos del golfo se encargarán de ello, a cambio de algún que otro favor.
Con otros de su estirpe les funcionó a las mil maravillas.
¿Y los serviles al rey? Súbditos.
Los bocsetarres y derecharras en general son súbditos cómplices, las auténticas lacras responsables de que nuestro país tenga la más mínima credibilidad, democracia o respeto del resto de países.
Mientras no nos quitemos la mierda de monarquía y el sentimiento derecharra orgulloso e inútil, no habrá esperanza para España.
Te lo digo por tu último párrafo. A ver si dejamos los complejos de que los españoles somos tontos.
Democracia ejemplar.
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Lo que no se puede entender es que por facilitar un trabajo una determinada herramienta de trabajo, ya esté justificado poner en ese cargo a un inepto sin cualificación, porque se le puede dar la herramienta de trabajo.
Por ejemplo: el hecho de que se ponga a disposición de los médicos ciertos instrumentales médicos, o el hecho de que se ponga a disposición de la policía ciertos instrumentos policiales, o el hecho de que se ponga a disposición de los jueces ciertos instrumentos judiciales, no justifica que ya los cargos de médicos, policías o jueces puedan ser ocupados por ineptos, porque se les vayan a entregar esas herramientas de trabajo.
Así que se podría enunciar el siguiente principio: a igual herramienta de trabajo, es mejor que esa herramienta de trabajo sea utilizada por un profesional con mejor cualificación que por un profesional con peor cualificación. Es decir, la existencia de herramientas o instrumentos de trabajo no excluye ni deshace el principio de que es necesaria la mayor cualificación y aptitud posible por parte de los profesionales que usen esas herramientas o instrumentos.
Pues las prerrogativas de los cargos de gobierno (inmunidad, inviolabilidad, irresponsabilidad, etc) son herramientas de trabajo de esos cargos, para facilitarles sus tareas, y por la misma lógica se puede entonces afirmar que, a iguales prerrogativas, es mejor un jefe de Estado más cualificado y apto que un jefe de Estado menos cualificado o apto (y lo mismo para presidentes de gobierno, diputados, y políticos en general). Por tanto, la existencia de prerrogativas no excluye que los cargos gubernamentales deban ser ocupados por los más aptos e idóneos, como cualquier cargo, y por tanto la existencia de prerrogativas no excluye ni anula la necesidad de que los cargos gubernamentales sean seleccionados en función de su cualificación y aptitud, por ejemplo a través de elecciones democráticas. No puedes ir y decir: "como este cargo ya tiene prerrogativas que le ayudan, entonces no hace falta que nos molestemos en montar unas elecciones democráticas para elegir a la persona más adecuada para ocuparlo y desempeñarlo". Las prerrogativas no excluyen la cualificación e idoneidad personales. Y no vale intentar sortear este principio inventándose una prerrogativa consistente precisamente en "permitir al cargo ser un inepto, ser un corrupto, ser un incumplidor, y no necesitar ser seleccionado como el mejor de entre otros candidatos ni cumplir con controles y estipulaciones legales aplicados a través de los jueces".
Y, por tanto, el hecho de que existan las prerrogativas no puede justificar que pueda permitirse que un jefe de Estado sea no-idóneo, por ejemplo por ser un corrupto, un ladrón o un delincuente como Juan Carlos I, que está dispuesto a usar esas prerrogativas para delinquir y traicionar a España.