El último año del siglo XX Pontevedra iniciaba su transformación. Recién elegido Miguel Anxo Fenández Lores como alcalde, en un mes ejecutó la primera gran medida: peatonalizar la totalidad del centro histórico, una almendra de piedra que se asoma al río Lérez y discurre por la suave loma de una colina. Unos 500 coches aparcaban hasta entonces en sus antiguas calles y plazas, convertidas en garajes. Fue sólo el principio.
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