A estas alturas nadie se sorprendería si jugásemos a imaginar que la parte que no vemos alrededor de una impecable Esperanza Aguirre que mesa su rubio cabello fuese una escena de destrucción de la más violenta película de guerra. A centímetros de sus zapatos rosas podría haber restos de metralla y barro y quizá la mano ensangrentada de un compañero de trinchera política sin que esto distrajese lo más mínimo a la lideresa en su tarea de peinarse...
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