El apoyo a la religión menguó en Europa occidental porque la Iglesia católica era un monopolio subvencionado por el Estado que se volvió perezoso y permitió que los creyentes se alejaran. Por el contario, en Estados Unidos la religión prosperó a causa de una vibrante diversidad que floreció cuando la Independencia condujo a una estricta separación de Iglesia y Estado. Decenas de iglesias surgieron para atender a las necesidades del desencantado mercado del cristianismo oficial, ofreciendo precios altos y muchas cohesión.
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