La efectividad de la campaña publicitaria de Trump se basó en varios sets de mensajes personalizados según el conocimiento del público destinatario. No sólo en cuanto a su edad, sexo o geografía, sino sobre todo en cuanto a sus emociones más profundas. Como cualquier profesional del marketing sabe la publicidad efectiva no invoca a la razón, sino a las emociones: exclusividad, ambición y sobre todo en política, el miedo.
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