En formación militar se alinean 1.000 hombres. La mayoría van vestidos de negro, algunos con tatuajes en el cuero cabelludo afeitado, en el lugar de Milán donde Sergio Ramelli, un estudiante de extrema derecha, fue asesinado hace casi 50 años por antifascistas. Un líder llama la atención a su batallón de leales. Grita "camerata" o "hermano de armas" y el nombre de Ramelli, como si pasara lista. Y entonces alzan los brazos derechos rígidos con las palmas hacia abajo.
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Esta financiado, aupado y anunciado desde las élites para los cuales el fascismo no supone un problema, sino una oportunidad.
Y luego están los mermados, a los que les parece un enorme acto de rebeldía atacar a sus propios intereses para dar "una lección" a no se sabe muy bien quien...