En Madrid es fácil pasar de la excelencia a la miseria. Cruzar una gran calle rodeada de altos edificios acristalados para estar, en menos de diez minutos, en un barrio de casas desgastadas y solares abandonados. Pero lo cortés no quita lo valiente, y aunque el aspecto no sea tan llamativo, las historias, en algunos casos, son más bellas que cualquier rascacielos de diseño.
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