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"La gente cabalgaba los pechos de Samantha", se queja el dueño del robot. El barcelonés Sergi Santos dijo que la gente en el Arts Electronica Festival de Linz trató a su muñeca "como bárbaros". La muñeca, que reacciona de manera inteligente a la voz y al tacto, acabó sucia y rota por la interminable atención masculina, y ha tenido que ser enviada a reparar.
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