Una vez elegido el diputado o senador, nada más democrático que ser inmediatamente representante de la ciudadanía por la directa voluntad popular expresada en las urnas, sin más ritualismos que sólo hacen perder el tiempo. Nada más democrático que el presidente sea elegido por la simple voluntad de dichos miembros del parlamento. Y así con el resto de cargos, sin más ceremonias. La ceremonia del juramento o promesa debe ser derogada. La honestidad y eficiencia del político se demuestra con sus actuaciones, y no con actos iniciáticos absurdos.
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Error. El único requisito, que yo sepa, para ser nombrado para un cargo político es tener la nacionalidad española y no estar inhabilitado. La capacitación es algo totalmente subjetivo. Mientras que tenga las suficientes neuronas como para controlar los esfínteres, como decían en otro comentario hace poco, ya sirve para ser diputado, o senador o cualquier otro cargo.
Respecto al juramento o promesa, me gustaría saber si tiene algún tipo de repercusión legal, es decir, si constituye algún tipo de compromiso o contrato que le pueda ser demandado si lo incumple. Si no tiene razón el artículo, no tiene sentido alguno y podría ser sustituido por una lectura general sobre las condiciones y obligaciones de los electos.
El juramento o promesa es sólo un ritual y nada más que eso; mantenido por tradición y de origen religioso. El autor del artículo, que es catedrático de Derecho Procesal en la universidad de Barcelona, ya lo ha explicado en el texto.