Con encierros en hospitales, manifestaciones y huelgas de hambre, miles de enfermos de hepatitis C, y sus familiares, lograron a principios de año poner el foco sobre su enfermedad. Llenaron titulares con su impotencia por el hallazgo de nuevos y efectivos tratamientos enormemente costosos que no entraban en el presupuesto menguante de la sanidad española. Hicieron mucho ruido, tanto que su causa caló y forzaron al Gobierno a garantizar los nuevos fármacos a todos los pacientes diagnosticados: 51.900.
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