Glovo ha entrado en el terreno de la cotidianidad. Se ha insertado en nuestras vidas de forma automática. Y lo ha hecho gracias a una flota enorme de repartidores cuyas condiciones laborales son un permanente dolor de cabeza para la aplicación. La última noticia es, quizá, una de las más sorprendentes de cuantas han surgido a su vera: los trabajadores, ahora, tendrán que pagar a la empresa para utilizar su plataforma. Dos euros a detraer de su nómina cada quince días.
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