La final de la Copa nos ha deparado otro espectáculo deplorable de la utilización de instituciones del Estado en favor de la posición política del partido del Gobierno. No se trataba de impedir que se vulnerara una sentencia del Tribunal Constitucional. Era algo menos dramático. La policía tenía órdenes de que nadie entrara en el estadio con una prenda de color amarillo. La seguridad del Estado estaba en peligro por razones de tipo estético.
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