Hace dos meses, un vecino reventó la puerta del apartamento donde vivían los hermanos Kouachi. El vecino y su mujer, de origen tunecino, llevaban tiempo oyéndoles rezar sin parar. Sospechaban algo y aprovecharon que habían salido a comprar para investigar. Encontró un arsenal de armas. No dijo nada. Hasta este jueves, cuando se lo contó a un periodista del canadiense The Globe and Mail. Es obvio que la confianza en la policía es escasa y que los infiltrados de los servicios de inteligencia no estuvieron atentos.
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