La crisis de la salud, nacional y mundial, vinculada al coronavirus afecta particularmente a los trabajadores y las trabajadoras jóvenes, empleados con contratos hiperprecarios o irregulares. Un caso particular es el de los riders, los ciclistas que trabajan para las aplicaciones de entrega a domicilio de alimentos y otros productos y servicios. Un trabajo que, en el momento de la creciente propagación del virus, es particularmente peligroso y desestabilizador en comparación con las medidas con las que se intentan contener la infección.
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El puto marketing.
Los supermercados siguen abiertos precisamente porque hay que evitar el pánico y que la gente acapare.
Entonces, ¿es motivo de escándalo entregarle comida en casa a quien sí consideramos apto para ir a la tienda? No parece muy coherente preocuparse por el repartidor y no por el tendero o el resto de compradores.
En el mismo que a la explotación laboral la empezamos a llamar economía colaborativa.